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Bien conocido del pueblo de Monleón es su celebre romance titulado: “Los mozos de Monleón”.
Este romance, musicado por Federico García Lorca, narra una historia, a caballo, entre la realidad y la leyenda.

La historia esta ambientada en la popular romería que se celebraba anualmente en el monte junto a la ermita que albergaba a la Virgen de las Yegüerizas, y de la que desgraciadamente hoy en día no quedan prácticamente restos.

Aunque existen diversas variantes del romance, aqui pueden encontrar la recogida en el Cancionero Salmantino por Don Dámaso Ledesma.

Las interpretaciones que existen del romance son de los más variopinto, en algunas de ellas, la finalidad principal de la historia reside en que no debemos ir pensando en que va a suceder algo negativo, sino que debemos ver la vida siempre desde un punto de vista positivo. Otras interpretaciones, en cambio, dejan entrever una historia de amor.

Descubra e interprete usted mismo el romance y si quiere, a traves del apartado “Contactar” situado a pie de página, haganos llegar sus impresiones...

¡Disfruten de la lectura!

LOS MOZOS DE MONLEÓN

Los mozos de Monleón
se fueron a arar temprano
alsa y olé,
se fueron a arar temprano
para ir a la corrida,
y remudar con despacio,
alsa y olé,
y remudar con despacio.
Al hijo de la veñuda,
el remudo no le han dado,
al toro tengo de ir,
aunque lo busque prestado
Permita Dios si lo encuentras
que te traigan en un carro
las albarcas y el sombrero
de los siniestros colgando.
Se cogen los garrochones,
se van las navas abajo
preguntando por el toro,
y el toro ya está encerrado.
En el medio del camino
al Vaquero preguntaron,
que tiempo que tiene el toro
el toro tiene ocho años.
Muchachos no entréis a él,
mirar que el toro es muy malo,
que la leche que mamó,
se la dí yo por mi mano.
Se presentan en la plaza
cuatro mozos muy gallardos.

Manuel Sánchez llamó al toro
nunca lo hubiera llamado,
por el pico de una albarca
toda la plaza arrastrado;
cuando el toro lo dejó
ya lo ha dejado muy malo.
Compañeros, yo me muero
amigos, yo estoy muy malo,
tres pañuelos tengo dentro,
y este que meto, son cuatro.
Que llamen al confesor,
para que vaya a auxiliarlo.
No se pudo confesar,
porque estaba ya espirando.
Al rico de Monleón
le piden los bues y el carro,
pa llevar a Manuel Sánchez,
que el torito le ha matado.
A la puerta la veñuda
arrecularon el carro;
aquí tenéis vuestro hijo
como lo habéis demandado.
Al ver a su hijo así,
para trás se ha desmayado
A eso de los nueve meses
salió su madre bramando,
los vaqueriles arriba,
los vaqueriles abajo,
preguntando por el toro;
y el toro ya está enterrado.

(del Cancionero Salmantino por Don Dámaso Ledesma)

Texto: Ana Belén Sánchez Rodríguez